Parece ser que la página de la BBC reveló que hay científicos que pretenden haber resuelto uno de los misterios más grandes de la humanidad con auxilio de una fórmula matemática: P + (5xE) + (3xH) = FELICIDAD, donde P son las características personales (la apariencia física, capacidad de adaptación, resiliencia), E (salud, estabilidad económica y vínculos de amistad) y H las necesidades de orden superior (autoestima, expectativas sobre el futuro, sentido del humor). Con sólo responder a cuatro preguntas, a cuyas respuestas se les asigna un puntaje que va de 1 a 10, seremos capaces de obtener el resultado de la ecuación.
Otros estudios, como la Psicología del bienestar subjetivo, considera que hay tres factores que inciden en esa condición: un estado de ánimo positivo, es decir presencia de sentimientos placenteros tales como alegría o satisfacción; la ausencia relativa de sentimientos displacenteros tales como temor, ira o tristeza; y los juicios personales sobre el grado de satisfacción.
Para el hedonismo psicológico, los placeres subjetivos son el medio para deteminar la moralidad de los actos. Entonces, la felicidad consiste en episodios o en estados de ánimo puramente subjetivos. Según esta línea de pensamiento, es sabio disfrutar los placeres momentáneos, en lugar de saborear los pasados, o de soñar con los futuros. Pero además los únicos goces que uno puede sentir son aquéllos que uno experimenta por sí mismos en el cuerpo, pues los placeres, al igual que los dolores, son intransferibles.
Pero, el ser humano, acosado por un deseo que se renueva, siempre distinto y demandante, se encuentra condenado a experimentar una y otra vez, la insatisfacción. Y de su tensión psicológica entre el deseo y la frustración nace el sufrimiento.
En este derrotero cíclico, cuando el deseo errante ha perdido su objeto, la vida humana se nos aparece como una suerte de péndulo que, meciéndose entre el dolor y el tedio, busca una sentido donde no lo puede hallar.
El aburrimiento, máscara y lacayo del vacío existencial, se apodera entonces del individuo condenado, por su estructura misma, a una abulia suicida. Abulia que parece ser un sello distintivo de una cultura sedienta de sentido, contraparte existencial de la euforia consumista de autos, lavavajillas y cámaras digitales.
Extracto de: La Felicidad/ por Diana Cohen Agrest, publicado en ADN Cultura del 23/08/08.
3 comentarios:
Gaby.
Cuando leí el título del post dije ZAZ ahora voy a tener que escuchar a Palito Ortega.
Pero no. El desarrollo es muy provocador e instructivo.
Yo te cuento que cuando siento esa euforia que me produce el sentirme feliz, enseguida pienso en lo boludo que soy.
Como puedo sentirme feliz habiendo tantas circunstancias que atentan contra eso?
Pero buen en esos momentos de felicidad me siento un boludo alegre.
Besos.
Si, Silvio tenés razón. Yo no me siento boluda cuando estoy feliz, tal vez si algo culpable....
Cuchame...en estos dias me acorde de tus comentarios con respecto al PASADO y la importancia que vos le das. Ahora te entiendo!!!!
Cuando quieras te presto el libro de Alan Pauls.
Beso grande,
Gaby
g
Gaby
En la felicidad, es verdad, yo también me siento más culpable que boludo. Pero dije boludo para decirte lo de “boludo alegre” ya que suena mejor que “culpable feliz”.
Me alegro que entiendas el concepto que yo tengo del PASADO ya que son pocos los que me comprenden. Un poco loco estoy, pero me siento bien con esa demencia.
Tomo tu propuesta y ya nos reencontraremos para que me puedas prestar el libro de Pauls.
Te envío un beso, hoy desde una oficina que estoy rehabilitando en Rivadavia e Irigoyen en Villa Luro. Cerquita del ´30.
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