jueves, 10 de abril de 2008

Tristes vs. Melancólicos


Releyendo cosas viejas encontré un ensayo de Santiago Kovadloff sobre las propiedades del triste:

Dice:
El triste es triste porque aquello que le falta -ya sea porque nunca lo tuvo o bien porque lo perdió- también lo constituye. Aventuro un paso más: a diferencia de la melancolía que arrasa, creo que la tristeza muchas veces fortalece y adecenta.
... Sólo una vida de veras lograda conoce la radicalidad de los grandes fracasos, ésos que no resultan de lo que nos pasa sino irremediablemente de lo que somos.
La tristeza es mansa, suave, se insinúa. No irrumpe jamás con violencia ni florece en la desesperación. No clama ni estalla. Se filtra, gotea, es levedad. La tristeza es ese dejo de profunda y serena incomprensión o insuficiencia que corona todo saber, todo hacer, todo creer.
Hay, claro que sí, algo de estoico en el triste. Sobre todo si al estoico se lo entiende como aquel que ha aprendido a ser ecuánime con el dolor, a tratar con él sin dejarse consumir por el padecimiento.
Entre todos los seres vivos que podemos conocer, sólo el hombre, es capaz de contemplar. Contemplar es la actividad preeminente del triste. El triste que parece ausente, en verdad no lo está. Está, eso sí, abstraído, modelado por su ausencia. El del triste es, pues, un estatuto posterior al del perdedor. Posterior y superador. Al infundir en su pena rango subliminatorio, el triste puede perfilarse como un sujeto que sufre y no verse reducido al dolor que lo consume. Pero si bien no consiste en su abismo, tampoco sin ese abismo, puede consistir. Carga con sus muertos, no los abandona, y ello prueba que ha sobrevivido. El melancólico en cambio, perdedor por excelencia, sólo se deja ver como expresión de los muertos que lo abruman y con los que, por eso mismo, no logra cargar. Mientras el melanco brilla por su ausencia como persona, en el triste la ausencia resplandece bajo la forma innovadora de una creación. Y ésta es, curiosamente, su alegría. La alegría de superar la inmovilidad que busca imponerle su pena. El destino ulterior que a ella sabe infundirle constituye la materia de su módico entusiasmo, la expresión de su contenido. De su singular contento de alquimista.

martes, 8 de abril de 2008

Intimacy


Hace unos días terminé de leer este libro de Hanif Kureishi (www.hanifkureishi.com). Me quedé con una sensación amarga...
Es una novela brillante, terriblemente triste, que refleja la crisis de la mediana edad. Comienza con una conclusión, contrariamente con lo que ocurre habitualmente en las novelas... Jay, el protagonista, ha tomado una decisión, dejar a su esposa y a sus hijos. Muchos dicen que es una autobiografía, y piensan que Kureishi se proyecta a sí mismo en el rol de hombre hastiado, confundido, de mediana edad, desesperanzado y seducido. Y elige perseguir sus sueños y salvarse de la acogedora vida de la clase media. Sus sueños se basan en deseos de liberación, y en una joven alrededor de la cual construye una edificación tambaleante de erotismo y fantasía. La novela comienza una tardecita y el ha decidido partir por la mañana, asi es que la narrativa va transcurriendo en espera, y se transforma en una larga noche de reflexión, de autoanálisis, de resentimiento, de amor y de odio. La descripción de los sentimientos de Jay son tan fuertes e inensos que dejan traslucir su energía agresiva y su autodesprecio.
La novela fue llevada al cine por Patrice Chereau. Fue premiada en el Festival de Cine de Berlín.

jueves, 3 de abril de 2008

Desde Portugal....


Mi amigo virtual Miguel Miranda, que me contactó a través de la red, está por publicar otro de sus libros. El es portugués, y además de ser escritor es médico sanitarista.

Su último libro, que está siendo promocionado por estos días en las ciudades de Oporto y Lisboa, trata del papel que ocupó Portugal en la Segunda Guerra Mundial. Podría decirse que es una novela histórica, un romance que transcurre en tiempos de la segunda guerra mundial y la guerra de España. Portugal fue uno de los grandes exportadores de volframio, elemento que era usado en la industria de la guerra. En los tiempos del dictador portugués Salazar, Portugal llevaba una política de falsa neutralidad, y colaboracionismo encapotado con Hitler. Portugal exportaba a Alemania volframio, y recibía su paga en oro, en su gran parte obtenido de los dientes de judíos cremados en los campos de concentración. Asi, las reservas de oro del Banco de Portugal tienen ese pasado macabro.